Mostrar mensagens com a etiqueta Magistério. Mostrar todas as mensagens
Mostrar mensagens com a etiqueta Magistério. Mostrar todas as mensagens

sábado, 7 de outubro de 2017

QUANDO JOSEPH RAZTINGER ACEITOU A COMUNHÃO AOS DIVORCIADOS RECASADOS


En 1972, cinco años antes de ser creado cardenal y mientras enseñaba en Regensburg, se expresó en un ensayo académico en todos aperturistas. Ahora, en un volumen de su obra completa de próxima publicación en Alemania, decidió retirar esa propuesta.

En 1972, cuando faltaban menos de cinco años para su nombramiento episcopal y cardenalicio, cuando ya era miembro de la Comisión teológica internacional creada por Pablo VI, Joseph Ratzinger se expresó a favor de la admisión a la Eucaristía para los divorciados que se habían vuelto a casar, siempre y cuando su segunda unión fuera sólida, tuvieran obligaciones morales para con los hijos y cónyuges, y vivieran la experiencia de fe. La admisión habría debido darse primero por vía extrajudicial, con base en «el testimonio del párroco» y de los «miembros de la comunidad». Una solución que para Ratzinger se apoyaba en «la tradición».
El futuro Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y futuro Papa escribió estas consideraciones en un ensayo académico (que se encuentra en las páginas 35-56 de una antología de reflexiones cristológicas titulada Zur Frage nach der Unauflöslichkeit der Ehe. Bemerkungen zum dogmengeschichtlichen Befund und zu seiner gegenwärtigen Bedeutung, en Ehe und Ehescheidung. Diskussion unter Christen, editado por F. Henrich y V. Eid para Münchener Akademie-Schriften 59, München 1972). Ahora ese ensayo será nuevamente publicado en la “Opera omnia” de Ratzinger, cuya edición está cuidando el cardenal Gerhard Ludwig Müller, pero el autor decidió revisarlo por completo y cambiar notablemente la conclusión, pues retira las aperturas expresadas en 1972: no hay que olvidar que cuando era Prefecto del ex-Santo Oficio, de acuerdo con Juan Pablo II, Ratzinger negó la posibilidad de la readmisión que habían propuesto tres obispos alemanes en una carta pastoral (uno de ellos era precisamente el futuro cardenal Walter Kasper). El volumen de las obras completas que contiene la nueva versión de aquel ensayo está por llegar a las librerías alemanas y la revista Herder Korrespondenz publicó un artículo comparando los pasajes principales de ambas versiones.
¿Qué escribió hace 42 años Joseph Ratzinger? He aquí algunos pasajes importantes de aquel texto. «La Iglesia es la Iglesia de la Nueva Alianza, sin embargo vive en un mundo en el que permanece inalterada la “dureza de los corazones” (Mt. 18, 9) de la Antigua Alianza». El futuro Papa consideraba, pues, que «en claras situaciones de emergencia, para evitar lo peor», la Iglesia pudiera «permitir excepciones circunscritas». Una propuesta que no pretendía poner en discusión las palabras de Jesús ni las Sagradas Escrituras, sino vinculada «con el carácter de excepcionalidad como con su reglamentación, y con el de la ayuda en situaciones de urgente necesidad».
«Quisiera tratar de formular, con toda la agudeza del caso –continuaba el teólogo que dentro de poco se habría convertido en el arzobispo de Mónaco de Baviera–, una propuesta que me parece cuadrar» en este ámbito de situaciones de urgente necesidad. «Cuando un primer matrimonio está destruido desde hace tiempo, e irreparablemente para ambas partes; y cuando, por el contrario, un segundo matrimonio se ha revelado una realidad moral y ha sido llenado por el espíritu de la fe, especialmente en relación con la educación de los hijos (por lo que la destrucción de este segundo matrimonio destruiría una grandeza moral y provocaría daños morales), en este caso –mediante una vía extrajudicial– con bse en el testimonio del párroco y de los miembros de la comunidad, se debería permitir el acercamiento a la comunión de quienes viven un segundo matrimonio de este tipo». Esta «reglamentación», según Joseph Ratzinger, estaba «apoyada por la tradición, desde dos puntos de vista».
El primero de ellos se relaciona con los procesos de nulidad matrimonial. «Es necesario recordar con fuerza –escribía Ratzinger– los márgenes de discrecionalidad que son inherentes a cada proceso de nulidad. Este margen de discrecionalidad y la disparidad de posibilidades que, inevitablemente, deriva de los diferentes grados de instrucción y también de las diferentes posibilidades económicas de las personas involucradas, deberían poner en guardia frente a la idea de que se puede hacer justicia inopugnablemente por esta vía». De cualquier manera, más allá de esta consideración, «mucho de lo que no es juzgable es real». «La perspectiva procesual –observaba el teólogo Ratzinger– debe limitarse necesariamente a lo que es demostrable desde el punto de vista jurídico, pero, justamente por ello, es posible que descuide datos que son efectivamente decisivos. De esta manera, adquieren un peso desproporcionado algunos criterios formales (como vicios de forma o en cuanto a la forma eclesiástica, deliberadamente descuidada), que conduce a injusticias». Es por este motivo que Ratzinger concluía que «el proceso de anulación […] no resuelve el problema» y no puede pretender esa severa exclusividad» que se le ha atribuido.
El segundo punto de vista aclaraba mayores detalles el apoyo de la tradición que en 1972 consideraba válido Ratzinger para su propuesta. Hacía notar que un «segundo matrimonio», que mediante un largo periodo hubiera revelado «una grandeza moral», siendo vivido en el espíritu de la fe, «de hecho corresponde al tipo de indulgencia experimentable en Basilio, siempre y cuando tras un largo periodo penitencial de quien vive en segundas nupcias se concede la comunión sin abolir el segundo matrimonio: confiando en la misericordia de Dios, que no desatiende la penitencia».
«Cuando, de un segundo matrimonio, han nacido obligaciones morales para con los hijos, para con la familia y de la misma manera para con la esposa –subrayaba Ratzinger en 1972–, y no subsisten obligaciones del mismo tipo con respecto al primer matrimonio; cuando, pues, por razones de naturaleza moral es inadmisible renunciar al segundo matrimonio y, por otra parte, la continencia en la práctica no representa una posibilidad real (“magnorum est”, dijo Gregorio II), en tal caso el acceso a la comunidad de quienes reciben la comunión, espués de un periodo de prueba, se muestra no menos justo y plenamente en línea con la tradición de la Iglesia».
El teólogo Ratzinger no consideraba, cuando escribió el ensayo, la abstención de los actos sexuales como una «posibilidad real» para todos, observando que el acceso al sacramento no podía «depender de un acto que es inmoral (la ruptura de la segunda unión, con consecuencias para los hijos, ndr.) o imposible en los hechos (abstenerse de los actos propios de los cónyuges, ndr.)».
El futuro Papa, no pretendía poner en discusión la indisolubilidad del matrimonio con esta propuesta: «El matrimonio es “sacramentum”, subsiste en la forma fundamental e inabrogable del compromiso contraído. Sin embargo, esto no excluye que la comunión de la Iglesia abrace también a quienes reconozcan esta doctrina y este principio de vida, aunque se encuentren en una situación de emergencia de tipo particular, en la que tienen particular necesidad de la plena comunión con el Cuerpo del Señor».
En la nueva versión del texto, publicada en el volumen de las obras completas que está por llegar a las librerías de Alemania, esta propuesta escrita en 1972 fue anulada. El autor ya no considera esta vía recorrible, sobre todo considerando el “relativismo” difundido en las sociedades contemporáneas y secularizadas. La única vía indicada (en sintonía con las afirmaciones que hizo durante su Pontificado) es la de proceder con las averiguaciones para las nulidades. «Si la Iglesia considerara un matrimonio nulo por inmadurez psicológica, serían admitidas nuevas nupcias –se lee en el nuevo texto. Incluso sin este procedimiento un divorciado podría ser considerado activo en las comunidades eclesiásticas, y poder ser padrino de Bautismo».
No hay que sorprenderse de que, a 42 años de distancia, un teólogo afirme haber cambiado opinión. Son bien conocidas, por ejemplo, las “retractationes” de San Agustín. Sin ambargo, las páginas escritas a principios de los años setenta parecen muy significativas. Las reflexiones allí plasmadas son interesantes porque, cuando fueron publicadas en forma de ensayo científico, su autor ya no era un joven teólogo seguidor del ala eclesial llamada “progresista”; ya no se trataba del “outsider” que participó en el Concilio como perito del cardenal arzobispo de Colonia, Josef Frings. En 1972, Joseph Ratzinger ya había criticado ciertas tendencias teológicas post-conciliares: había pronunciado, en 9166, su discurso en el Katholikentag de Bamberg, que es considerado como el parteaguas entre el Ratzinger “progre” y el que conocemos hoy.
El teólogo bávaro ya había salido de la turbulenta universidad de Tubinga, en donde había sido colega de Hans Küng, y enseñaba en la mucho más tranquila universidad de Regensburg. Además, a partir del primero de mayo de 1969 entró a formar parte de la Comisión teológica internacional, apenas creada por Pablo VI, según las indicaciones del Sínodo de los obispos, como instrumento para favorecer la investigación teológica según la óptica del magisterio. Cuatro años y medio después de haber publicado el ensayo en cuestión, en marzo de 1977, el mismo Papa Montini eligió justamente a aquel profesor de teología, que representaba un círculo teológico post-conciliar que respetaba el magisterio, para nombrarlo arzobispo de la diócesis de Mónaco. Pocas semanas después llegaría el anuncio de su inclusión en el colegio cardenalicio. Se puede deducir que el estudio sobre la admisión de los divorciados que se han vuelto a casar a la Eucaristía (en ciertas y bien determinadas circunstancias) era un argumento que en esa época se podía seguir discutiendo a la luz de las nuevas condiciones en las que vivía la familia, sin presentar la reflexión como una voluntad de poner en discusión los fundamentos de la fe católica.

Andrea Tornielli

In http://www.lastampa.it/2014/11/20/vaticaninsider/es/vaticano/cuando-ratzinger-acept-la-comunin-a-los-divorciados-que-se-han-vuelto-a-casar-78t8PUkAQWezvIaQFriWoN/pagina.html

PSEUDO-CORREÇÃO AO PAPA, SEGUNDO ROCO BUTTIGLIONE


El filósofo Buttiglione responde y desmonta una por una las siete acusaciones de herejía que han dirigido a Francisco: «Si se sacan consecuencias lógicas de sus afirmaciones, incluso los críticos admiten que en algunos casos los divorciados pueden estar exentos de culpa grave y, por lo tanto, recibir la comunión».
«Juzgan y condenan». Y sobre todo utilizan un «método incorrecto». El filósofo Rocco Buttiglione, profundo conocedor del pensamiento de Juan Pablo II, en esta larga entrevista con Vatican Insider desmenuza (discutiéndolas) todas las acusaciones de herejía que los firmantes de la «correctio filialis» han dirigido al actual Pontífice.

¿Qué piensa sobre la «correctio filialis» enviada al Papa y sobre el grupo de estudiosos que hace afirmaciones tan duras sobre el sucesor de Pedro?

Jesús no escribió un manual de metafísica y mucho menos de teología. Se encomendó a un grupo de hombres y después a uno, Pedro. Les prometió la asistencia del Espíritu Santo. Aquí, un grupo de hombres se erigen en jueces por encima del Papa. No exponen objeciones, no discuten. Juzgan y condenan. ¿Quién les autorizó a constituirse en jueces por encima del Papa?

Después de su publicación, algunos de los que firmaron el documento afirmaron que nunca habían dicho que el Papa fuera un hereje. ¿Se deduce esto al leer el texto?

Leamos el texto: “nos vemos obligados a dirigir una corrección a Su Santidad, a causa de la propagación de herejías ocasionada por la Exhortación apostólica «Amoris laetitia» y por otras palabras, hechos y omisiones de Su Santidad”. Si esta no es una acusación de herejía, yo no sé qué es. Los que firmaron el documento que dicen que nunca afirmaron que el Papa fuera un hereje no leyeron el texto que firmaron.

Antes de entrar detalladamente en las 7 «herejías», me gustaría detenerme sobre el lenguaje utilizado: se hacen afirmaciones («propositiones») dando a entender que el Papa las escribió, dijo o sostuvo: en realidad ninguna de ellas ha sido afirmada por Francisco. ¿Es correcto el método?

No, no es un método correcto. Las proposiciones no resumen correctamente el pensamiento del Papa. Pongamos un ejemplo: en la segunda proposición atribuyen al Papa la afirmación de que los divorciados que se han vuelto a casar y que permanecen en ese estado «con absoluta advertencia y deliberado consenso» están en la gracia de Dios. El Papa dice otra cosa: en algunos casos un divorciado que se ha vuelto a casar y permanece en tal estado sin plena advertencia y deliberado consenso puede estar en la gracia de Dios.

¿Por qué es tan significativo este ejemplo?

Los críticos comienzan sosteniendo que en ningún caso un divorciado que se ha vuelto a casar puede estar en la gracia de Dios. Y luego algunos (yo, por ejemplo) les han recordado que para tener un pecado mortal es necesaria no solo una materia grave (y el adulterio es ciertamente materia grave de pecado), sino también de plena advertencia y deliberado consenso. Ahora parece que se echan para atrás: incluso ellos han comprendido que en algunos casos el divorciado que se ha vuelto a casar puede estar exento de culpa debido a atenuantes subjetivos (la falta de la plena advertencia y del deliberato consenso). ¿Qué hacen para encubrir la retirada? Le atribuyen al Papa la afirmación de que el divorciado que se ha vuelto a casar que permanezca en su situación con plena advertencia y deliberado consenso sigue estando en estado de gracia. Esta falsificación de la postura del Papa, a la que se ven obligados, indica cuán desesperada es su situación desde el punto de vista lógico. Admiten implícitamente que hay algunas situaciones en las que el divorciado que se ha vuelto a casar puede recibir la Comunión, pero toda la revuelta contra «Amoris laetitia» nació de un rechazo visceral frente a esta posibilidad.

La Iglesia, cuando condenaba proposiciones juzgadas heréticas, siempre era muy precisa en establecer qué se hubiera dicho y las intenciones de aquel que lo había dicho. En este caso no ha sido así…

A los correctores les gusta convertirse en un Nuevo Santo Oficio, pero evidentemente no conocen los procedimientos…

Hablando sobre las 7 «herejías» atribuidas al Pontífice, se ve que giran alrededor del punto de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. ¿Son fundadas en su opinión?

La primera corrección atribuye al Papa la afirmación de que la gracia no es suficiente para permitirle al hombre evitar todos los pecados. El Papa dice, con toda evidencia, muy otra cosa: la cooperación del hombre con la gracia a menudo es insuficiente y parcial. Por ello no logra evitar todos los pecados. La cooperación con la gracia, además, se desarrolla en el tiempo. Cuando el hombre comienza a moverse hacia la salvación lleva consigo una carga de pecados de los que se liberará poco a poco. Por ello una persona que no logra llevar a cabo por completo las obras de la ley puede estar en la gracia de Dios. Es la noción del pecado venial.

De la segunda ya hemos hablado. Vayamos a la tercera…

La tercera corrección atribuye al Papa la afirmación de que se puede conocer el mandamiento de Dios y violarlo y, a pesar de ello, permanecer en la gracia de Dios. También en este punto el Papa dice, con toda evidencia, otra cosa: es posible conocer las palabras del mandamiento y no comprenderlas o reconocerlas en su verdadero significado. El cardenal Newman distinguía entre comprender la noción (he comprendido el sentido verbal de una proposición) y la comprensión real (he comprendido qué significa para mi vida). Algo semejante dice también Santo Tomás, cuando habla del error en buena fe.

La cuarta censura atribuye al Papa la afirmación de que se puede cometer un pecado obedeciendo a la voluntad de Dios.

Probablemente quien haya redactado la censura tenía en mente un pasaje de «Amoris laetitia» en el que el Papa dice que cuando una pareja de divorciados que se han vuelto a casar decide vivir junta como hermano y hermana (es decir actuando según la ley del Señor) se puede dar que acaben teniendo relaciones sexuales con terceras personas y destruyendo el nido que habían creado y en el que sus hijos encontraban el ambiente adecuado para su crecimiento y su madurez humana. El Papa no saca conclusiones de esta afirmación empírica. Pero, si se quieren sacar conclusiones, hay que tener mucha malicia para llegar a la conclusión propuesta por los censores. La conclusión más obvia es: que el confesor recomiende a la pareja interrumpir las relaciones sexuales y que tome seriamente en consideración su temor de no poder hacerlo y pasar de un pecado (el adulterio) a un pecado mayor (el adulterio más la traición de la segunda relación). El confesor debe acompañar a la pareja hasta que su maduración interior les permita dar el paso que pide la ley moral.

La quinta proposición atribuye al Papa la afirmación de que los actos sexuales de los divorciados que se han vuelto a casar entre ellos pueden ser buenos y no ser desagradables ante los ojos de Dios.

Aquí probablemente el aterro tenía en mente un pasaje de «Amoris laetitia» en el que el Papa dice que «esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo. De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena». El Papa no dice que Dios está contento porque los divorciados que se han vuelto a casar sigan teniendo relaciones sexuales entre sí. La conciencia reconoce que no está alineada a la ley. Pero la conciencia también sabe que ha comenzado un camino de conversión. Uno va a la cama con una mujer que no es su esposa, pero ha dejado de drogarse y de ir con prostitutas, ha encontrado un trabajo y cuida a sus hijos. Tiene el derecho de pensar que Dios está contento de él, por lo menos en parte (Santo Tomás diría: «secundum quid»). Dios no está contento por los pecados que sigue cometiendo. Está contento por las virtudes que comienza a practicar y, naturalmente, espera que en el futuro dé nuevos pasos hacia adelante.

¿Puede ofrecer otro ejemplo de esta situación?

Imaginemos a un padre que tiene un hijo enfermo y el niño mejora. Todavía tiene fiebre, pero ha dado de vomitar, logra mantener en el estómago lo que come, ha comenzado un tratamiento que parece funcionar. ¿El padre está contento porque su hijo está enfermo? No, está contento porque su hijo tiene síntomas de mejoría y de curación. Pensemos por un momento en la viuda del Evangelio que ofrece al tesoro del Templo dos pequeñas monedas de cobre. Jesús comenta: esta mujer ha dado mucho más que los ricos y potentes, incluso si han derramado toneladas de monedas de oro y plata. Esos dieron lo superfluo, ella dio todo lo que tenía. De la misma manera Dios tal vez se alegre más por un paso incierto hacia el bien de una persona que nació en una familia dividida, que fue bautizado pero nunca verdaderamente evangelizado, que nunca ha tenido frente a sus ojos un ejemplo de amor entre un hombre y una mujer, que ha crecido dentro de la ideología dominante según la cual el sexo es real y el amor no existe, que por el paso de una persona que observa plenamente la ley pero  tuvo buenos padres, buenos ejemplos, buenos maestros, un buen párroco y (tal vez lo más importante de todo) una buena esposa.

Vayamos a la sexta censura, en la que se afirma que el Papa dijo que no existen actos intrínsecamente malos, sino que, según las circunstancias, cada acto humano puede ser bueno o malo.

Aquí se quiere aplanar el pensamiento del Papa sobre la llamada «ética de la situación». Una vez más, «Amoris laetitia» dice otra cosas, absolutamente tradicionales, que hemos estudiado desde niños en el catequismo de la Iglesia católica, no solo en el nuevo de san Juan Pablo II, sino también en el viejo de san Pío X. Para tener un pecado mortal se necesitan tres condiciones: la materia grave (el adulterio siempre es, y sin excepciones, materia grave de pecado), la plena advertencia (debo saber que lo que estoy haciendo está mal) y el deliberado consenso (debo elegir libremente hacer lo que estoy haciendo). Si falta la plena advertencia y el deliberado consenso, un pecado mortal puede pasar de mortal a venial. La acción siempre es equivocada, pero el sujeto que la lleva a cabo no siempre tiene toda la responsabilidad. Es como en el derecho penal: el homicidio es un delito grave. Pero la pena puede ser muy diferente: tú manejas respetando todas las reglas y un borracho se te arroja mientras pasas. Tal vez serás absuelto o te darán una pequeña pena. Tú no respetas las reglas del código, manejas borracho y matas a un pobrecito que estaba pasando por allí. Tendrás una condena severa. Usas el coche como un arma para matar a una persona que odias. Te mereces la cadena perpetua.

La séptima y última «corrección filial» en el documento dice que el Papa es hereje porque se le acusa de querer dar la comunión a los divorciados que «no expresen ninguna contrición, ni el propósito firme de enmendarse de su actual estado de vida».

El Papa quiere acompañar a los divorciados que tienen la contrición por su estado de vida y el firme propósito de enmendarse. No dice que hay que darles la comunión siempre y como sea, sino que hay que acompañarlos en la situación concreta en la que se encuentran y evaluar también su nivel de responsabilidad subjetiva. El punto de llegada del camino es (cuando la reconciliación con el verdadero cónyuge no sea posible) la renuncia a las relaciones sexuales. Pero en el camino hay muchas etapas. Puede haber casos en los que una persona pueda estar en la gracia de Dios debido a atenuantes subjetivos (falta de plena advertencia y deliberado consenso) incluso si continúa a tener relaciones sexuales con la propia pareja. Pensemos en una mujer que quisiera tomar esta decisión de castidad pero el hombre no lo quiere, y si ella se la impusiera él se sentiría traicionado y se iría, destruyendo el vínculo de amor en el que crecen los hijos. ¿Quién negaría las atenuantes subjetivas a una mujer que siguiera teniendo relaciones sexuales con su hombre mientras, por otra parte, persevera en su intento de convencerlo de que se acerque a la castidad? En la disciplina canónica que no admite a los divorciados que se han vuelto a casar en los sacramentos hay que distinguir dos elementos o, si se prefiere, dos diferentes razones. La primera es una razón que deriva de la teología moral. El adulterio es intrínsecamente malo y nunca puede ser justificado. Pero esto no impide que la persona pueda no ser completamente responsable por esa transgresión debido a circunstancias atenuantes subjetivas. Existe una imposibilidad absoluta de dar la comunión a quienes estén en pecado mortal (y esta regla es de derecho Divino y, por lo tanto, inderogable), pero si, debido a la falta de plena advertencia y deliberado consenso, no hay pecado mortal, la comunión se puede dar, desde el punto de vista de la teología moral, incluso a un divorciado que se ha vuelto a casar.
También existe otra prohibición, no moral, sino jurídica. La convivencia extra-matrimonial contradice claramente la ley de Dios y genera escándalo. Para proteger la fe del pueblo y reforzar la conciencia de la indisolubilidad del matrimonio, la legítima autoridad puede decidir no dar la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar aunque no estén en pecado mortal. Pero esta regla es de derecho humano y la legítima autoridad puede permitir derogaciones por razones justas.

¿Le parece que los que firmaron la «correctio» tuvieron en cuenta las posibles circunstancias atenuantes?

Si comparamos este último documento con los anteriores, no es difícil ver las huellas de cierto embarazo. Los documentos anteriores ignoraban completamente el problema relativo a las circunstancias atenuantes. Ahora tratan de tomarlo en consideración. Y para hacerlo deben hacer finta de que no comprendieron lo que el Papa dijo verdaderamente. Una consecuencia mucho más importante es que, ahora, si se sacan consecuencias lógicas de sus afirmaciones, incluso los críticos admiten que en algunos casos los divorciados que se han vuelto a casar pueden estar exentos de la culpa grave debido a las atenuantes subjetivas y, por lo tanto, recibir la comunión. Pero este, desde el inicio, es el verdadero objeto de la contienda.

¿El objetivo de las críticas, en su opinión, son solamente algunas afirmaciones del actual Pontífice o el magisterio, más en general, de los últimos Papas y, en el fondo, de la Iglesia post-conciliar?

No conozco a todos los que firmaron la «correctio». Entre los que conozco yo hay algunos lefebvrianos. Estaban en contra del Concilio, en contra de Pablo VI, en contra de Juan Pablo II, contra Benedicto XVI y ahora contra el Papa Francisco. Otros tienen que ver con el movimiento “Tradição, Familia, Propriedade”, que en su momento sostuvo al régimen militar en Brasil. Algunos afirman públicamente que la desviación de la Iglesia comienza con León XIII y la encíclica “Au milieu des sollicitudes”, que habría traicionado la alianza entre el trono y el altar, renunciando al principio del derecho divino de los reyes… Tratan de aislar al Papa Francisco, comparándolo con sus predecesores, pero estos adversarios también son adversarios de sus predecesores. No veo que haya entre los firmantes muchos cardenales (es más, no veo ninguno), no veo muchos obispos (uno solo, de 94 años), no veo muchos profesores ordinarios de teología o de filosofía (pero está Antonio Livi, a quien estimo tanto).

No hay duda de que el documento ha tenido un gran eco en los medios de comunicación…

Veo una campaña de opinión muy bien orquestada para dar la impresión de una «revuelta de los expertos», tan expertos que se pueden permitir dar lecciones al Papa. Claramente no es así. Permítaseme expresar una preocupación. Tengo la impresión de que algunos piensan que la Iglesia existe para defender una Tradición de la precede, que se opone a cualquier cambio histórico y que no es la Tradición cristiana. Los sabios, que son el depósito de esta Tradición increpada y eterna, tienen el derecho de juzgar también a la Iglesia, cuando falte a su tarea de combatir la modernidad. Un pensamiento de este tipo se presentó con fuerza en la “Action Françaiseˮ condenada por Pío XI. Siguiendo un razonamiento de este tipo, René Guenon pasó del catolicismo al islam, convencido de que ofrecía una defensa más eficaz de la Tradición contra la modernidad.

Rocco Buttiglione
Andrea Tornielli

In http://www.lastampa.it/2017/10/04/vaticaninsider/es/reportajes-y-entrevistas/la-correctio-el-mtodo-no-es-correcto-no-discuten-condenan-rf4pmPbilcQYSDgTSDr9AI/pagina.html

sábado, 30 de setembro de 2017

OS CATÓLICOS 'PROTESTANTES'


A carta que, com data de 16 de Julho passado, cerca de meia centena de católicos escreveram ao Papa Francisco, acusando-o de heresia, não é inédita, mas é insólita, injusta e muito infeliz.
Há precisamente cinco séculos, Martinho Lutero revoltou-se contra o papa e a Igreja católica, dando origem aos vulgarmente designados por ‘protestantes’. Também os signatários desta “correcção filial”, embora não sejam, em sentido próprio, protestantes, são-no de facto, por este seu protesto contra o Santo Padre.
Não obstante o seu louvável zelo pela ortodoxia e suposta boa-fé, manifestam uma considerável presunção e arrogância, quando dizem que foram “obrigados a dirigir a Sua Santidade uma correcção, devido à propagação de heresias produzidas pela Exortação apostólica Amoris laetitia e de outras palavras, actos e omissões de Sua Santidade”. É algo confusa a alusão a “heresias produzidas pela dita Exortação apostólica, porque nenhuma heresia é ‘produzida’ por um texto, nem por meras “palavras, actos e omissões”, mas por alguém que, neste caso, só pode ser o Papa Francisco.
Segundo o Código de Direito Canónico, “diz-se heresia a negação pertinaz, depois de recebido o baptismo, de alguma verdade que se deve crer com fé divina e católica” (cânone 751). Portanto, só é herética a negação, por um fiel que o faça de forma consciente e pertinaz, de algum dogma. Não constando, como certamente não consta, essa intenção e vontade por parte do Sumo Pontífice, é moralmente temerária e juridicamente improcedente a acusação de heresia, também porque nada permite supor, no Papa Francisco, a consciência e intenção de contradizer a fé da Igreja.
Como é sabido, nenhum bispo, nem a totalidade dos cardeais pode, em caso algum, depor um Papa validamente eleito. Nem sequer o concílio ecuménico poderia fazê-lo. Não há nenhuma forma canónica pela qual se possa obrigar o bispo de Roma a renunciar ao seu ministério eclesial.
E se o Papa for herege?! Segundo o Código de Direito Canónico, qualquer clérigo que incorra em heresia, fica automaticamente excomungado e, em consequência, cessa no seu ofício eclesiástico (cân. 1364), mas não o romano pontífice, porque “a primeira Sé por ninguém pode ser julgada” (cân. 1404). “O Papa na Igreja é juiz supremo, a quem só Deus pode julgar. A esta prerrogativa, proveniente do direito divino, nem sequer o Papa pode renunciar. Ao dizer que a primeira Sé não pode ser submetida ao juízo de poder humano algum, deve entender-se acerca tanto das resoluções que o Papa pronuncie, como daquelas que ele faça com aprovação ou aceitação expressa e formal” (Communicationes, 10, 1978, p. 219).
Como não há qualquer hipótese legal de destituir o Papa Francisco, os subscritores desta carta apelam à “dúvida” quanto à “validade da renúncia do papa emérito Bento XVI ao papado”. De facto, se a resignação de Ratzinger não tivesse sido válida, continuaria a ser ele o Papa, em cujo caso a eleição de Jorge Mário Bergoglio teria sido nula e sem efeito. Mas também este argumento não colhe porque o Papa emérito, ciente desses rumores, já várias vezes veio a público desmenti-los, porque não têm qualquer fundamento.
Entendem ainda os autores da “correcção filial” que, por causa da Exortação apostólica Amoris laetitia, os fiéis católicos encontram-se agora num difícil dilema: “ou chegarão a adoptar as heresias ora propagadas ou, conscientes de que essas doutrinas são contrárias à Palavra de Deus, duvidarão ou negarão as prerrogativas dos Papas”. Ou seja: ou são fiéis à palavra de Deus e infiéis ao Papa, ou fiéis ao Papa e infiéis à palavra de Deus. A alternativa não faz contudo sentido porque a palavra de Deus obriga à fidelidade ao Papa, cujas afirmações não contradizem os ensinamentos revelados.
Os autores da “correcção filial” referem ainda as inúmeras passagens da Amoris laetitia que entendem contrárias à doutrina católica. Esquecem, contudo, que o documento que tão meticulosamente examinaram não pretende ser um texto dogmático, nem normativo, mas pastoral e, por isso, a sua exegese deve ser feita em sintonia com o magistério e a tradição da Igreja e não contradizendo-os. Foi aliás o que fizeram três teólogos especializados nestes temas, em publicação agora editada em português e prefaciada por D. Nuno Brás, Bispo auxiliar de Lisboa (José Granados, Stephan Kampowski, Juan José Pérez-Soba, Acompanhar, discernir, integrar, Aletheia, 2017).
Também no Evangelho há expressões que não são susceptíveis de uma exegese literal. Quando Jesus diz que a mulher samaritana já teve “cinco maridos” (Jo 4, 18), não afirma que o foram validamente, ainda que os designe como cônjuges dela. Jesus, ao referir-se aos cinco homens que tinham convivido maritalmente com a samaritana, não ajuizou, moral e juridicamente, essas relações. Uma exegese fundamentalista desta passagem evangélica poderia levar a afirmar o absurdo: Jesus Cristo autorizaria até cinco casamentos consecutivos, pois chamou ‘maridos’ aos cinco primeiros parceiros da samaritana, mas não mais, porque ao sexto foi negada essa condição …
Quando, na manhã da Páscoa, São João chegou ao sepulcro, “inclinou-se para observar (…) mas não entrou.” Porque o não fez?! Para dar prioridade a Pedro, que o seguia. Já não parecia fazer sentido esta deferência com Simão porque, se é verdade que Pedro fora constituído chefe da Igreja, depois negara três vezes o Mestre. À conta da infidelidade de Pedro, João, não menos apóstolo do que ele, podia supor que já não lhe devia especial respeito, nem obediência, mas uma correcção filial!
Não se pode ser bom católico sem ser fiel ao Santo Padre. Aos discípulos de Jesus não compete julgar ninguém, muito menos o vigário de Cristo na terra, nem ajuizar o seu magistério, mas segui-lo com fidelidade e obedecer-lhe com filial reverência. Foi o que fizeram João e todos os cristãos que, ao longo dos dois mil anos da história da Igreja, são, pelo seu amor e obediência ao Papa, outros tantos discípulos predilectos do Senhor.

Pe. Gonçaço Portocarrero de Almada
In http://observador.pt/opiniao/os-catolicos-protestantes/

sábado, 9 de setembro de 2017

MOTU PROPRIO «MAGNUM PRINCIPIUM» [3 de Setembro de 2017]


O Romano Pontífice, na sequência infeliz das batalhas curiais internas, valeu-se mais uma vez da sua autoridade apostólica através da publicação do Motu Proprio Magnum Principium[1] para apresentar a importância do trabalho dos Padres Conciliares, dos quais emanaram os documentos do Sacrossanto Concílio Vaticano II. Neste sentido, Sua Santidade reforça a competência das Conferências Episcopais e promove o diálogo entre estas e a Santa Sé, no que concerne à edição dos livros litúrgicos nas línguas vernáculas.
O presente documento, que entra oficialmente em vigor no dia 1 de Outubro de 2017, virá trazer algumas mudanças ao texto do can. 838, visando assim responder a alguns problemas que têm surgido ao longo do tempo na tradução dos textos litúrgicos. Deste modo, e tendo em conta a experiência adquirida ao longo deste período pós-conciliar, o Santo Padre entendeu que alguns princípios transmitidos desde o tempo do Concílio fossem reafirmados com maior clareza e prática.
O objectivo é definir melhor o papel da Santa Sé e das Conferências Episcopais, que são chamadas a trabalhar em diálogo uns com os outros, respeitando as suas próprias competências, que são diferentes e complementares, tanto para a tradução de livros latinos (edição típica) quanto para possíveis adaptações de textos e ritos.

Documento integral:
ents/papa-   francesco-motu-
proprio_20170903_magnum-principium.html




[1] A escolha da data 3 de Setembro de 2017 não me parece ter sido ao acaso. Ora vejamos. Celebra-se neste dia a memória litúrgica de S. Gregório Magno, que foi um dos mais emblemáticos reformadores da Igreja. Em circunstâncias igualmente difíceis governou a barca de Pedro. Foi autor de inúmeras obras, sendo a mais conhecida e divulgada regula pastoralis, segundo a qual aborda de uma forma bastante crítica a vida pastoral. O Papa Francisco parece querer assinalar de alguma forma as dificuldades que a Igreja tem vivido no pós-concílio e o melhor caminho a seguir para a sua resolução. Cf. http://www.snpcultura.org/gregorio_magno.html.